Un año sin vos, una vida sin mí

 

Aprendí a vivir sin vos, con la extrañeza de ya no ser yo misma, la de entonces, la de antes y me pregunto ¿Acaso podemos ser de manera constante sin que las perturbaciones de la vida nos modifique?

Es verdad, aprendí con gritos callados, con manchones de tinta sobre el cuaderno, repasando una lista de catástrofes, recordando los momentos bellos, aceptando en la memoria del corazón que todo concluye. 

Con bicarbonato de sodio y vinagre, quité las etiquetas de Justicia, dejé de murmurar desequilibrio, porque aprendí a encontrarlo en todas partes. Ahí está el mundo con su injusticia mochilera, yendo y viniendo, sin parámetros morales.

Aprendí a la fuerza y en homenaje a caminar de nuevo en la soledad de mis soledades con su ausencia presente a mi lado. Al principio, la calle resultó más grande de lo habitual, todas eran avenidas de recuerdos que paralizaban mi tránsito emocional con bloqueos de llantos vespertinos.  


Aprendí a domesticar mi mente, a hacerme amiga del vacío que dejaste y a llenarlo de vos, de mi, de nosotros, y sobre todo de VOZ. 

Voces alegres, ocurrentes, graciosas, como la gracia de tu mirada, la ternura de tus gestos, la dulzura de tu inocencia.

Un año sin vos, una vida sin mi. Ahora todo me resulta extraño pero empieza a sentirse cómodo. Te veo de refilón en un 2 x 3 como una imagen borrosa que pasa delante de los ojos absortos.

En cada silencio te escucho, y aunque estoy llena de nada se siente confortable extender la mano en el tiempo y saber que existes en el espacio invisible.

En un MI, DO, RE, FA, SOL, LA, SI, en las notas de la vida y de la muerte, juntos siempre, aunque sea un año sin vos y una vida sin mí...

                                                                                                                                              Chuchi


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