Casi, casi y contando vamos
Hace un siglo que no escribo. El tiempo pasa veloz y a la vez, lento. Para algunas cosas no alcanza y para otras, sobra.
Todavía sigo hablando en voz alta contigo, aunque ya no respondes.
Veo el espectro de tu presencia y me arrodillo a atraparte para guardarte en mi, pero te escapas.
Hoy, al salir de la reposera junto a la alberca, vi tu señal, una pelota amarilla ahí en medio del verde, me miraba. Me sonreí con toda la melancolía que habita desde hace muchos, muchos, años. Es la inquilina vitalicia. Debería no renovarle más contrato. Pero si la aparto, ¿qué me queda?, estoy hecha de fantasmas y soledad, y así me siento concurrida y menos hueca y vacía. Te extraño con todas las fuerzas y ya sin ellas, te sigo extrañando. En la casa, despojada de los muebles, se quedaron nuestras risas y caricias. Ahora estamos en otro lugar, es un nuevo diciembre diferente, demasiados repetidos para mi gusto. Pero, ¿acaso algo es a mi gusto?. ¿Quién iba a pensarlo? Aquellos momentos quedaron suspendidos en los hilos de la memoria. Dicen que todo pasa, y yo siento, que todo pesa. Las cosas sin ti, son cosas, contigo eran sujeto y predicado.
Aunque nos duela estar vivos, hilvanamos ilusiones, tejemos fantasías y nos paramos en la esquina con una libro en la mano a leer poesía. Son pequeñeces que nos lavan la cabeza de la angustia y de la incertidumbre.
Por dónde vamos, encontramos tus ojos y nos miramos en la complicidad de saber que siempre estás.
Casi, casi y contando vamos a dejar este año tan de mierda, primo hermano del 2023 con el deseo de que el 2025 venga de un árbol diferente.
Hace un siglo que no escribía.
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