Memorias prenatales

Cuando el espermatozoide y el óvulo se fusionan, dan inicio a un baile molecular en el que se entrelazan las informaciones genéticas y personales, creando así el embrión fecundado. En el seno materno, cada experiencia se imprime en nuestro subconsciente. 
El destino del bebé está moldeado por las motivaciones subyacentes de sus progenitores. Si la unión se concibió para preservar una tradición, rescatar una relación o satisfacer expectativas familiares, el niño estará marcado por esos propósitos.
Un hijo concebido en circunstancias de conflicto o vergüenza arrastrará consigo una carga emocional, luchando por encontrar la alegría en la vida. 
Aquel nacido para reparar un matrimonio tendrá dificultades para soltar el pasado, buscando constantemente reconciliar conflictos. 
Los hijos destinados a ser el bálsamo en momentos dolorosos aprenderán a ocultar sus propias emociones para no añadir más sufrimiento.
Los que son vistos como pilares de la familia nuclear crecerán con una fortaleza física para soportar las cargas familiares, pero podrían rehuir la idea de formar una familia propia. 
Por otro lado, aquellos que irrumpen en la vida desafiando los medios anticonceptivos pueden experimentar pequeños contratiempos que les recuerden su origen, enfrentándose a situaciones límite con una determinación inquebrantable.

Los hijos nacidos con género opuesto al esperado, aquellos destinados a sanar a un hermano enfermo, los que no son reconocidos por su padre, los concebidos fuera del matrimonio y los que llegan de sorpresa, llevan consigo una carga de baja vitalidad y timidez. Representan a los hijos abandonados del pasado, a aquellos que vivieron en la sombra, experimentando disfuncionalidades familiares, cambios de identidad o fueron parte de adopciones, ventas o compras.

En la sociedad, estos hijos no reconocidos o inexistentes son ignorados, sus nombres olvidados, y su autoconfianza socavada. Sienten que no pertenecen, luchando contra sentimientos de inadecuación y hasta pensamientos suicidas. Los que nacen después de la pérdida de un hermano o un aborto cargan con el peso del duelo no resuelto, encarnando el dolor del ausente y manifestando síntomas físicos y emocionales extremos que reflejan la tristeza ancestral.

Siendo un hijo yaciente, el sobrepeso puede representar la presencia de otro ser dentro de uno mismo, mientras que la hiperactividad puede ser la expresión de la energía combinada de dos individuos. Respecto al deseo de los padres, todos somos hijos deseados en el sentido de que el único deseo que da origen a la vida es el subconsciente. No obstante, es importante distinguir entre el deseo consciente y el ser buscado; el primero siendo una necesidad que debe ser satisfecha, como la maternidad deseada por algunas mujeres conscientemente, pero no realizada debido a la falta del deseo subconsciente. Mientras que otras, que no desean ser madres, pueden quedar embarazadas.

El fracaso, la traición, la ignorancia, la sumisión, el miedo, el hambre, los desencuentros, las tragedias y el sufrimiento pueden ser parte de nuestra herencia cultural ancestral, pero no nos definen si aprendemos a abordar esas experiencias con amor y buscar el crecimiento personal.

 


Cuando honramos nuestro pasado con respeto, extraemos sus lecciones y, lejos de intentar compensar lo que pasó, encontramos la sanación. Al cambiar nuestros pensamientos y sentimientos, transformamos nuestra percepción de las experiencias y liberamos el lastre del pasado, permitiendo que nuestras alas se desplieguen y nos permitan ser quienes realmente somos.

A menudo es sencillo juzgar los errores de los demás, pero ¿qué hacemos con nuestros propios fallos? ¿Los reconocemos? ¿Los aceptamos? Nuestros padres nos trajeron al mundo para resolver sus propios conflictos internos; la llamada "deuda de existencia" nos recuerda que debemos vivir plenamente, responder al grito del subconsciente que nos insta a dar vida. Sin embargo, nuestra tarea va más allá de la mera reproducción; tenemos la capacidad de crear con nuestra mente, manos, corazón e intelecto. Crear implica dar vida a algo nuevo, algo que antes no existía.

No estamos siendo verdaderos creadores cuando simplemente repetimos lo que hemos experimentado, cuando modelamos entidades con identidades fragmentadas. Nos convertimos en verdaderos co-creadores del universo cuando sanamos, cuando cortamos los lazos con el pasado, cuando comenzamos a desaprender y liberarnos.

Si quieres aprender más, te invito a que te unas a mi programa de 8 semanas "Sanando heridas invisibles de los padres y heridas transgeneracionales" incluye 8 manuales con material para seguir estudiando y tareas para la auto
reflexión, además de las sesiones semanales de 60 minutos en vivo por zoom, las grabaciones correspondientes sin enlace de caducidad y diploma de participación.

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