Solucionar conflictos de pareja
Des-ilusión; gime en cada
quién como el llanto de un niño con hambre. Él no hizo lo que esperaba que
hiciera. Ella no dijo lo que esperaba que dijera. Ninguno de los dos sostuvimos
en el tiempo los sueños anhelados. Nos rendimos a la fragilidad de lo conocido,
a la costumbre de saber que nadie se irá para siempre, que más allá de las
peleas y los desentendidos siempre volveremos.
El sentido de “pertenencia” – ese otro es mío- es tan poderoso que no es
necesario hacer nada para “cuidarlo”, siempre será mío.
Des-ilusión; se murieron
las ilusiones, las expectativas que habíamos hecho de nuestro futuro, no
corrimos el riesgo suficiente para volverlas realidad y ahora vemos que no
hemos hecho nada con nuestras vidas.
Resentimiento; Tú no me
has hecho feliz, siempre creí que me harías feliz, y no lo has logrado ¿Para
qué perdí tanto tiempo contigo? Ahora tú haces todo mal, no te preocupas por
mí, ni por nosotros.
En esta etapa de la relación, los
cónyuges viven en un gran contexto de escasez, se focalizan en los aspectos
negativos del otro, y siempre se sienten insatisfechos; no importa que cosa
haga cada uno, siempre estará mal hecho.
Las mismas actitudes que antes
admiraban, ahora son las criticadas. Su cabello, su forma de comer, sus gustos,
sus palabras; todo es un lugar usual, vacío, carente de sorpresa.
¿Por qué llegamos a esta
instancia en la vida amorosa? Porque nos gobernamos con dualidades, todo o
nada, bueno o malo, blanco o negro; en lugar de observar nuestra vida de pareja
como una totalidad, y sentirnos parte del problema para encontrar una solución.
Cuando las circunstancias no son
las deseadas, en lugar de generar empatía, creamos reclamos; evitamos
comprender desde dónde el otro actúa y causamos nuestra desesperanza hacia la
queja.
Si tú y yo nos paramos en la queja, la relación que tenemos se detiene, se encapsula en sus recuerdos, y poco a poco se marchita.
Para dirigir nuestros deseos
hacia otras aguas deberemos aprender a entender que nosotros los de antes no
somos los mismos – las experiencias nos han transformado-, la esencia es la
misma, y sí alguna vez juntos sonreímos, aún nos sobran los motivos para volver
a hacerlo.
Sólo falta guardar el falso orgullo, y reconquistar el lenguaje de un NOSOTROS.
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